AMERICAN SPLENDOR – Otro día más, de Harvey Pekar
Hoy voy a hacer las paces con Harv.Un par de entradas atrás me quedé con mal sabor. Entre estertores despertaba en mitad de la noche, sudoroso y apesadumbrado, con la imagen de Harvey Pekar al lado.
-¿Por qué me traes a tus pesadillas?
-No son pesadillas, me acabo de despertar entre estertores –le respondía.
-Sudoroso y apesadumbrado –apuntaba él.
Y allí terminaba todo. Efectivamente, era una de esas pesadillas en la que sueñas que te despiertas, pero en realidad sigues dormido. Aquello, como era de esperar, no gustaba nada a Harvey; primero, porque bastantes preocupaciones tiene él ya, y segundo, porque al ser requerido a mi vera, así, sin ningún permiso, le resultaba -cuando menos-, extraño, y ya es bastante aprensivo…
A lo que iba…, si dejé caer mi ira sobre el cómic de Macedonia, ahora tengo que romper una lanza a favor del artista, que con la edición en castellano de «American Splendor – Otro día más», vuelve a lo que mejor sabe hacer: hablar de sí mismo. Y en el mismo tono de siempre: apesadumbrado –como yo en el sueño-, quejica y molesto.
Si las aventuras americanas de Harvey solo habían visto la luz en nuestro país gracias a la recopilación de obras de Robert Crumb, ahora aparece un nuevo tomo titulado «Otro día más», bajo el que Pekar se reúne junto a algunos de los dibujantes más granados del panorama internacional, desde el maravilloso Glenn Fabry (¿quién se ha llevado su web!), hasta Ty Templeton, pasando por Eddie Campbell, Richard Corben o Dean Haspiel, con el que comparte más páginas, y con quien ya publicó «El derrotista». Cada uno de ellos dota las palabras de Harvey de una lírica personal que, más allá del derrotismo del que tanto alardea el guionista, logra encumbrarle como uno de los más grandes perdedores de todo Cleveland. Haspiel (izda.), Fabry (dcha.).
De las historias de archivadores de sus antiguas historietas, Pekar pasa a mostrarse como un guionista que tiene que perseguir a sus editores para poder pagar las facturas, que no gusta de pasar más de unas horas fuera de la seguridad del hogar o que teme enfrentarse a la educación de su propia hija, todo ello envuelto de un clima de preocupación constante por absolutamente todo; bueno, hasta que su leal gato (creo que es Phoenix, la otra es una gata y se llama Phoebe) se le tumba en la barriga (lo único, aparte de una buena dosis de pastillas –y ni eso- que parece calmar al gruñón de Harvey). Pero la historia quizá sea lo de menos, porque absolutamente todo apesta a realidad, a costumbrismo. Y tal vez sea eso lo que la hace tan maravillosa, lo que provoca que el lector pueda emocionarse hasta el sollozo frente a una conversación de lo más banal, o durante la epopeya del váter atascado.Guión original para «Our Cancer Year»,
de Harvey y Joyce Brabner. Diría que a Harvey Pekar le cuesta una barbaridad enfrentarse a un nuevo día. Y es por eso por lo que da tanta importancia a las cosas pequeñas.
¿Amigos?