14 julio 2008

MACEDONIA, de Harvey Pekar y Heather Robertson



Hace unos días encontré una nueva librería (nueva para mí, quiero decir), cuando cotilleando en su interior vi el cómic de Macedonia destacado en un atril. "Anda, un cómic del tipo de American Splendor" –me dije. Tenía buena pinta y me lo llevé a casa.

Si uno lee un cómic de Harvey Pekar lo más probable es que se encuentre un montón de historias cotidianas, con mala leche y cierto regusto nostálgico. Es ese costumbrismo en el que podemos vernos reflejados cualquiera de los mortales el que hace sus obras geniales, aunque es ese mismo costumbrismo al que hay que saber dar forma de tal modo que resulte interesante. A nadie le gusta observar por un agujero al vecino para descubrir cómo es su miserable y aburrida vida sin que ocurra lo más mínimo interesante en ella... Vale, a algunas personas no nos gusta, y si cotilleamos dentro de la vida de los demás, de sus propias historias, agradecemos que éstas, al menos, estén contadas con gracia. Pekar no ha perdido la gracia, pero quizá se aleje de aquello que esperas encontrar precisamente en uno de sus cómics. En esta ocasión se mete en la piel de Heather, una estudiante de Ciencias Políticas que decide buscar la razón que lleva a los pueblos a meterse de lleno en una guerra o, por el contrario, evadirse de ella; la cuestión más exacta sería: ¿algún país se ha librado de ella? Y esa pregunta le lleva a viajar hasta Macedonia para elaborar su Tesis Doctoral.

Y aunque es Pekar el que llena los créditos del cómic, Heather es también guionista de la obra (sí, Pekar también aparece retratado en algún momento). Las ilustraciones corren a cargo de Ed Piskor, que si bien en una primera hojeada parecen las típicas ilustraciones de cómic underground americano, no hay más que afinar un poco la vista para toparse con la cruda realidad (lo siento, no puedo con esas desproporciones). Claro que quizá no importe demasiado que un personaje tenga el ojo encima de la boca o que tenga un pie desencajado... En cualquier caso a mí me resulta feo.

La trama es probable que te guste si te interesa conocer la historia de los Balcanes y, sobre todo, lo que ocurrió en la extinta Yugoslavia y, más concretamente, en Macedonia. Con esto no quiero decir que a mí no me interese, pero cuando leo un cómic de Pekar espero otra cosa. Las tremendas parrafadas con las que puede llenar una página me hacen pensar que lo ideal quizá habría sido escribir un libro, uno a la vieja usanza, sin dibujicos de las narices, aunque probablemente así habrían perdido buena parte de ventas. En ocasiones me pregunto cuál es la barrera que hace que un escritor se decida por el guión de un cómic y no de una película, o por qué escribe una novela gráfica y no, sencillamente, una novela; y sé que hay respuestas sencillas y complicadas. Si lo que aparece en el cómic es cierto, esto debió ser así: Harvey está preparando un trabajo sobre Macedonia, conoce a Heather antes de su viaje y le pide a que tome notas para poder usar en su trabajo, Harvey recoge las notas y nos cuenta la historia de Yugoslavia hilando la actual situación de Macedonia y con la estancia de Heather. Total, un rollo.


Un botón.

Otro botón.


13 julio 2008

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En el año 96 se estrenaba “Beavis & Butt-Head Recorren América”, la aventura más redonda de Mike Judge, en la que los protas pierden la tele y, claro, también el juicio. Eran los noventa, nueva época dorada para la MTV y caldo de cultivo perfecto para embobar a la pareja animada. Estoy seguro de que hoy la aventura se habría desarrollado en otros términos, de que Internet habría pateado el culo a la terrible tele que decoraba aquel feo salón. Y aunque las nuevas tecnologías habrían sido más cosa del amigo Stewart, estos dos ya se habrían ocupado de hacerse a los nuevos tiempos.


Sin ir más lejos, Enjuto ha hecho mucho por sacar a la luz lo que ya está ocurriendo en muchos hogares.



Y ahora debo confesar que yo mismo también he pasado por esa terrible experiencia, pero no durante unas horas, no… ¡Ni tan siquiera días! Me refiero que a que durante meses he permanecido alejado de ordenadores y redes. Bueno, todo lo que me han dejado, porque cuando entraba en una casa ajena siempre se sucedían las mismas conversaciones acerca de Internet, mirar el correo, etc., hasta que los agarrones del brazo se hacían tan fuertes que me cortaban la circulación o me tiraban de la silla mientras yo gritaba “¡Si es solo un momento!”


Ahora que todo pasó, que vuelvo a teclear alegremente escuchando el familiar “clic, clic”, es como si mi pasado más inmediato fuera una pesadilla abstracta en la que nada en mi vida cambió. Pero, oh, si cambió… Aunque esa es otra historia.