22 febrero 2008

Ciudades

Leía en un artículo de opinión que es necesario cambiar el coche por la bici si queremos que la ciudad sea de los ciudadanos y no de los automóviles.

Hace ya algún tiempo que la conciencia colectiva parece que golpea con fuerza en diferentes ciudades de la geografía española, como Barcelona o Sevilla, dando cierto peso a la bici, un peso que -podemos aventurar sin temor a equivocarnos- no será mayor que el del coche. Aún falta mucho para acostumbrarse a las líneas del suelo urbano que, en ocasiones, compartimos los viandantes con las bicis, estar atento, no invadir su espacio… En Madrid esa distancia se hace mayor, nuestra tradición ciclista se queda aparcada en casa para disfrutar de la siesta veraniega mientras con un ojo abierto se ve sudar a los pros en la tele. Nuestra ciudad no lo pone fácil, las cuestas, los coches… Y si de lo que hablamos es de reducir el tráfico, las medidas restrictivas, como la de obligar a pagar por aparcar un coche, no hacen sino afianzar las diferencias económicas de unos y otros, decidiendo de antemano que los pudientes tendrán más posibilidades de sacar el coche que los que no tienen un duro. En cuanto a aquellas medidas de vaciar los domingos el centro de la ciudad de automóviles… ¿alguien se acuerda? Parece que ya solo queda tomar las calles.


Sin embargo, creo que pedir la humanización de nuestro espacio vital a estas alturas es una batalla perdida. Los hombres, es nuestra inmensa sabiduría nos hemos encerrado a propósito en una jaula gigantesca. Para comprender un poco más esta visión un tanto catastrofista –aunque no por ello menos realista- de la sociedad actual, solo debemos retroceder en el tiempo a nuestro pasado no tan lejano, cuando las civilizaciones aún andaban en pañales y los hombres se dedicaban a moverse a través del mundo buscando, inspeccionando, preguntando… viviendo, al fin y al cabo. Con la llegada de las ciudades, de los grandes bloques de hormigón, las calles estrechas, las vallas… el hombre se ha encerrado a sí mismo en un auténtico zoológico. Desmond Morris ya avisaba de la gravedad del asunto: la evolución nos ha llevado hasta el masivo encierro en que nos encontramos en la actualidad; en El Zoo Humano se atreve a explicar los males y extrañezas que provoca ese encierro y hacinamiento de los animales humanos y no humanos. Da que pensar, sobre todo si tenemos en cuenta que nuestro encierro es voluntario.

Un botón:

“La alternativa que se les ofrece a los buscadores urbanos de espacio es efectuar breves salidas al campo, y lo hacen con gran energía. En hilera interminable, tocándose unos a otros, los coches emprenden la marcha cada fin de semana, y tocándose unos a otros, en hilera interminable, regresan. Pero no importa, se han alejado, han recorrido una extensión más amplia, y, al hacerlo, han continuado la lucha contra la antinatural angostura espacial de la ciudad. Aunque las abarrotadas carreteras de la moderna supertribu hayan convertido esto en algo semejante a un ritual, todavía es preferible eso que renunciar. La situación es peor aún para los habitantes del zoo animal. Su versión del recorrido de coches en caravana, es el aún más estúpido pasear de un lado a otro del suelo de su jaula. Pero tampoco renuncian. Deberíamos sentirnos agradecidos por poder hacer algo más que pasear de un lado a otro de nuestras habitaciones.”

(extraído de “El Zoo Humano”, de Desmond Morris)

06 febrero 2008

Terminar así

Aguantar estoicamente, acercarse el final y de repente: esta canción. Eso es querer morirse. Morirse.



Come with me
My love
To the sea
The sea of love
I wanna tell you
How much
I love you
Do you remember
When we met
Thats the day
I knew you were mine
I wanna tell you
How much
I love you
Come with me
My love
To the sea
The sea of love

I wanna tell you
How much
I love you...

03 febrero 2008

5 cuentos celestiales


Las lágrimas cristalizan. Con el tiempo. Y la luz. El amarillo ayuda. Y el azul. Y con ellas se pinta el cielo.


Cielo está ahí. Fuera. Mételo contigo. Y verás. Verás cielo. Cielo.


Hay nubes que se resisten y pasan desapercibidas. Con mucho esfuerzo. Pero siempre hay alguien que las descubre y se alimenta de ellas con los ojos. Se tornan grises entonces, y a veces se derraman. Es solo de rabia, por haber sido encontradas.

Al final, las nubes, siempre llaman la atención.


Los pájaros no siempre vuelan con el viento. A veces ajetrean el cielo y le dan una excusa al terremoto dichoso de la mariposa mientras se dejan flotar, mímicos, en el mismo punto. Nadie más lo sabe, pero están bailando con el aire.


Un angelote, cansado, se ha sentado en la luna. “¡Luna, ¿dónde estás?!”, “¿dónde te metes, luna?”. La luna sigue igual, ni mengua, ni crece, ni na, es solo que un angelote cansado se le ha sentado encima.




sin nombre

Cuando se editó "( )" en el año 2002, las canciones nacieron sin nombre. Nadie necesitaba ponerle título a la música. Así se editaron las 8 canciones, solo numeradas.

Después, pudo echarse un vistazo a la web oficial, donde la banda explicaba los títulos "no oficiales" para cada tema; al fin y al cabo, ellos tenían que llamarlos de alguna forma al apuntarlos en el setlist.

Un año más tarde se editaba un single con nombre, donde la maravilla número 1, aquella que abriera el último disco, era bautizada como Vaka. Igual que la hija de Orri, su batería. Este es el vídeo.

Debajo, otra maravilla. Y otra más. Las tres completan el DVD-Sgl.


untitled #1 (a.k.a. vaka)


svefn-g-englar


viðrar vel til loftárása